18/9/12

Encuentro Arcadiano - CCS 2011

Si alguien me preguntara, por ejemplo: “Oye, ¿qué hiciste el martes pasado a las dos de la tarde?”, seguramente tendría que pensar un poco para poder responder, y conociéndome, no recordaría exactamente qué hice a esa hora. Sin embargo, si la pregunta fuera: “¿Qué hiciste el año pasado?”, mi respuesta sin duda sería: “¡Pasé sin duda uno de los mejores días de mi vida!

¿A dónde voy con esta extraña introducción? Pues es muy simple: hay momentos de nuestras vidas que podemos olvidar fácilmente, otros no. A veces puede sorprendernos lo rápido que pasa el tiempo. Hace tres días pensé: “¿Realmente ya pasó todo un año pasó desde ese gran día?” Pues sí, así es. Pero... ¿qué pasó hace un año? Les contaré:

Hace un año (y cuatro días, si tomamos en cuenta que ya es 18 de septiembre y que este año es bisiesto), hice un viaje a la capital del país. El viaje tuvo dos propósitos:

  1. Ver a mi banda favorita en concierto, y...
  2. Conocer a dos personas muy especiales (aunque el término “conocer” está mal usado, ya que a ellos los conozco desde hace bastante tiempo a través de Internet, y a una de esas dos personas ya la había visto una vez, aunque fue un encuentro extremadamente breve).

El viaje a la capital era uno que tenía mucho tiempo queriendo hacer, pero no se me había presentado la oportunidad; pero entonces la magia ocurrió: ¡Mi banda favorita, Blind Guardian, venía a nuestro país! Pero no les hablaré de ese evento inolvidable, porque ya lo hice en una entrada anterior, así que me centraré en la otra parte del día (o de los días), a lo que llamaré a partir de ahora: “El Gran Encuentro Arcadiano” (como se ve en el título).



El 15 de septiembre era el día. El evento era en la tarde/noche, así que tendríamos toda la mañana y parte de la tarde para perder el tiempo en Caracas con esas personas. Mis dos acompañantes prácticamente no los conocían, así que yo fui una especie de mediador entre ellos. Si les soy sincero, me atrevería a decir que para mí fue bastante difícil “romper el hielo”, ya que a pesar de la excelente comunicación que he tenido con ellos, no es muy sencilla la transición entre la comunicación a través de Internet que en persona. De hecho, al principio me sentí hasta incómodo, pero a la vez alegre, es un sentimiento que no puedo describir fácilmente con palabras.

La verdad, podría escribir muros y muros de texto describiendo mis impresiones de ese encuentro, pero pienso que sería mucho más apropiado copiar algo que ya escribí en otro lugar:
¿Qué puedo decir de este encuentro? ¡Fue espectacular! Obviamente (al menos yo) estaba muy nervioso al comienzo, es decir, es difícil conocer en "vivo y directo" a dos personas con quienes te la llevas de una forma muy especial, pero a quienes nunca habías visto de otra forma que no sean fotos. Para mí fue difícil al principio, pero poco a poco se fue "rompiendo el hielo" y a la final la pasamos de una forma bastante agradable, amena e indescriptible. (...) Todos nos la llevamos demasiado bien. Compartimos y caminamos bastante, recorrimos Caracas, y aún así todo fue tan rápido que, al menos yo, quedé con ganas de pasar más tiempo con ellos. Recorrimos media capital, y sobrevivimos a pan y agua. (...) ¿Qué más les puedo decir? Ambos son excelentes personas (aunque eso ya lo sabía), muy atentas y agradables. Son de esas personas a quienes quisieras ver todo el tiempo, y las que te hacen pensar cosas como: “¿Por qué caraj* vivimos tan distantes?” (Las partes en negritas fueron alteradas del texto original por la inclusión de apodos y/o seudónimos que no vienen al caso.)

En realidad, mi opinión de ellos no ha cambiado en absoluto desde entonces (y eso lo escribí el 18 de septiembre, es decir, aproximadamente dos días después del último día del encuentro); por el contrario, durante este año que ha pasado he reforzado mucho más mi amistad con esas dos personas, a pesar de que desde entonces no nos hemos visto más en persona. Espero que pronto pueda ocurrir un segundo encuentro, esta vez con más tiempo para compartir y pasarla bien.

Lo interesante del asunto es que, a pesar de que mi amistad con ambas personas comenzó por tener gustos similares y compartir el mismo espacio en algunos sitios web, lo último de lo que solemos hablar desde hace bastante tiempo es precisamente de eso, es decir, no somos amigos simplemente por compartir los mismos gustos y ya, sino que la cosa va más allá, todo se basa en la compenetración que hay entre nosotros, en la confianza que nos tenemos y la facilidad para conversar de cualquier tema, así como la disposición de ayudarnos mutuamente.

Esto me hizo (y aún hace) pensar mucho en que las amistades por Internet pueden llegar a ser iguales, o incluso más fuertes que las que se tienen con personas del “mundo real”, es decir, las que vemos día a día. Una de esas dos personas ha comentado mucho al respecto, y es algo completamente lógico: ¿por qué es algo imposible de creer que una persona se la pueda llevar tan bien con otra por medio de Internet? ¿Acaso esas personas con quienes nos comunicamos a través de una computadora no son también personas como nosotros? ¿Qué impide que la comunicación entre nosotros y ellos pueda ser tan fuerte que se cree un vínculo (o sentimiento) superior al que tenemos con personas con quienes convivimos a diario? Algunos ven como algo “descabellado” que una persona se involucre demasiado con otra que está distante, y tal parece que mientras la distancia es más grande, más críticas negativas reciben. Personalmente nunca he recibido críticas al respecto, pero he escuchado de muchos casos donde sí han surgido comentarios negativos, e incluso hasta ofensivos. Pero bueno, no quiero desviar el tema hablando de las amistades o relaciones a través de Internet, así que para concluir ese tema sólo diré algo que a estas alturas debería ser algo obvio: el Internet es tan solo un medio de comunicación más, y quienes lo usamos somos personas, como tú, o como yo. Para mí, las buenas relaciones (amistad, romance, etc.) se basan en la comunicación, el respeto y la confianza, y siempre he pensado que no se necesita estar frente a otra persona para poder tratarla con estos valores, así que si hay una buena comunicación, respeto y confianza a través de Internet, ¿por qué no puede desarrollarse una buena amistad o incluso un romance utilizando este medio? Uno de mis amigos escribió una vez algo sobre este tema en su blog, mucho mejor explicado y redactado, pero en este momento no logré encontrar esa entrada.

Soy del tipo de persona que tiene pocos amigos, y no es algo de lo que me queje, al contrario; antes tenía muchos amigos (o al menos antes decía tener muchos), pero la mayoría me ha demostrado que sólo recuerdan que uno existe cuando están necesitados o tienen problemas personales. Luego de recibir nuestra ayuda, vuelven a sus vida y se olvidan de uno hasta que vuelven a estar en una situación que les afecte. Comprendo que cada quien tiene su vida, sus preocupaciones, y sus cosas a las cuales dedicarle su tiempo, pero eso no justifica el tener que olvidarse de esas personas con quienes antes había bastante interacción y recordarlos únicamente cuando necesitamos ayuda o un favor, eso es algo muy egoísta.

Y pues, para no extenderme demasiado con esto (se supone que esta entrada debí haberla publicado hace tres días), concluiré redundando prácticamente todo lo que ya mencioné en mis párrafos anteriores: esos dos días fueron unos de los más importantes que he tenido. Sin tomar en cuenta las aventuras, momentos macabros, agotamiento físico y todo eso, ambos días fueron y serán completamente inolvidables. Deseo que pueda repetirse pronto, se que es un poco complicado, pero realmente espero que pueda ocurrir... porque, ahora que estoy recordando un poco el día que nos fuimos, se me hace un poco complicado tratar de describir por escrito esa tristeza (o sensación de vacío) que se siente cuando tienes que despedirte de un par de personas a quienes aprecias bastante y quienes fueron totalmente atentas contigo (y con un par de “extranjeros” más)... especialmente cuando el tiempo transcurrió tan rápido que hubo ganas de compartir más.

Así que, para terminar, le dedico esta entrada cursi a esas dos personas especiales: ¡Gracias por todo, Andy y Andrea! Espero que podamos vernos de nuevo para partir otra vez la capital en dos, esta vez por más tiempo.

Por cierto, pensaba colocar fotos, imágenes, y recuerdos de ese día, pero los interesados ya sabrán donde y cómo ver esos documentos históricos.

22/8/12

Hace un año - Parte 2

Hace un poco más de un mes escribí una entrada, algunos la habrán leído, otros no; algunos comprenderán lo que se siente vivir esa situación, otros no; algunos de los que leerán esto vivieron esos momentos conmigo, otros no; algunos me apoyaron en ese momento, otros no... el hecho es que mañana se cumple un año desde el día que sucedió ese evento, un año...

Nunca deja de sorprenderme lo rápido que pasa el tiempo, realmente es impresionante lo fugaz que puede volverse nuestras vidas. Sinceramente, me cuesta muchísimo creer que ha pasado un año desde aquel lunes 22 de agosto del año pasado, ese horrible lunes...


Recuerdo perfectamente el último día que la vi, el cual fue el domingo 21 (el día anterior), y aún no puedo borrar de mi mente su imagen... esa imagen que no era para nada similar a la que tenía un poco más de un mes atrás en su cumpleaños. Su salud había llegado a un punto crítico, tanto así que era difícil, por no decir imposible, comunicarse satisfactoriamente con ella. Recuerdo que ese día temprano, me avisaron que no se sentía muy bien, así que decidí ir a visitarla. Por alguna extraña razón que desconozco (quizás ya sabía lo que era inevitable que sucediera), se me ocurrió imprimir una vieja foto que tengo en un álbum. En esa foto salgo con ella, debía tener dos años aproximadamente, es decir, hace aproximadamente unos 22 años. Luego de imprimirla, fui a visitarla para verla. Casi todos los miembros de la familia (sus hijos con los suyos, excepto mi progenitor) estaban allá también, incluso algunas personas que no poseen nuestra misma sangre, pero que son consideradas parte de la familia, se encontraban ahí. Al verla, sentí algo que no puedo describir. Ya yo sabía que ella estaba bastante mal por lo que tenía, pero el estado en el que se encontraba era, como dije arriba, crítico.

En mi entrada anterior mencioné que ella era una gran conversadora, que le encantaba hablar y contarnos cosas de su pasado y también de la historia; sin embargo, en ese momento no podía hablar, no tenía fuerzas... su mirada era tranquila, seguramente porque sabía perfectamente lo que iba a suceder. Me dejaron solo con ella un rato, pero no sabía que decirle o que comentarle, estaba realmente impresionado al verla de esa manera. Trataba de hablarle, o hacer que me dijera cosas, pero no podía hacerlo, no tenía las fuerzas. Recuerdo que hacía gestos de dolor, aunque seguramente, más que dolor era disgusto, ya que como dije en mi entrada anterior, ella odiaba sentirse inútil y sin poder hacer nada.

Durante todo el momento que estuve con ella, la tomaba de la mano y no dejaba de verla y desear que se recuperara. Una de las últimas veces que la visité, la tomaba siempre de la mano, y siempre me apretaba con fuerza, como diciéndome: “Aún tengo fuerza para apretar”, pero ese día no lo hacía... al menos no con la misma fuerza que antes, ya que lo hacía muy débilmente. El momento más triste fue cuando decidí mostrarle la foto (no quería o tenía el valor para hacerlo, ya que no sabía si podía ver o no). Al mostrársela recuerdo que le pregunté si podía ver la foto, que era de hace más de 20 años, y que salíamos ella y yo. Ella miró la foto, y pude ver una sonrisa muy leve en sus labios, al mismo tiempo que me apretó las manos con más fuerza que antes. Me alegró saber que estaba consciente, y que podía ver y escuchar aún, e hizo un sonido como para decirme algo, pero no la escuché; al acercarme para escucharla mejor, me dijo algo en voz muy baja. Recuerdo a la perfección sus palabras, sus últimas palabras (al menos para mí): “Se va a poner peor”. Después de eso, me dijo algo más, pero no la pude escuchar.

Después de eso, me fui a mi casa, y me preparaba como todos los domingos para ir a trabajar al día siguiente como todos los lunes... con el pequeño detalle que al otro día no fui a trabajar, ya que me habían llamado diciéndome lo que ya muchos sabíamos que sucedería en los días próximos: mi abuela había fallecido. Seré sincero, en el momento no sentí nada, seguramente fue porque no comprendí realmente lo que había sucedido. Le avisé a mi 'jefe' que no iría a trabajar, y fui a casa de mi abuela. Al llegar vi la puerta principal abierta, vi a varias señoras (supongo que eran vecinas) en la sala, y a unos primos y un tío en el comedor. No quise pasar aún por su habitación, así que fui a saludar a mis familiares. Nadie estaba llorando, al menos no por fuera, todos los hombres debían mantenerse fuertes... así fuera por el momento. Unas tías estaban llorando, al igual que varias personas... yo no podía hacerlo, en el momento no sentí nada. Ni siquiera al entrar a su habitación y verla en la cama sentí algo triste, para mí estaba descansando, dormida profundamente; y es que realmente se veía tranquila, no tenía una mirada de haber sufrido, parecía muy tranquila. Hubo un momento en el cual casi lloro, y fue cuando una prima llegó y la vio... no puedo olvidar cómo se puso, entró llorando y al verla casi se desmaya. Me dolió ver eso, pero tenía que brindarle mi fortaleza a quienes estaban destruidos por fuera (como ella, o mis tías), así que traté de consolarla.

Obviando los detalles de: pasar todo el día en la funeraria, el reencuentro con mi progenitor, los pésames recibidos, conocer personas cercanas a la familia, el reencuentro con personas del pasado, estar en un ambiente triste y todo eso, etc., el día fue bastante normal. Dormí tranquilamente durante la noche, y me desperté temprano al otro día para ir a la funeraria de donde saldríamos al cementerio para el entierro. Al verla de nuevo en el ataúd, aún no me daba cuenta de la situación, aún pensaba que dormía, aún no lloraba, aún no sentía nada...

Sin embargo, hubo un momento donde mis límites se rompieron, y toda mi resistencia llegó a su fin: el momento de cerrar el ataúd. Ver llorar a mis tías y mis primas, mientras un primo les decía: “Se que duele, pero tenemos que cerrarlo y decirle adiós.” fue demasiado. Habían pasado exactamente 30 horas desde que me dieron la noticia, y no pude resistir más... simplemente no pude. Agradezco desde el fondo de mi corazón a una personita importante con quien contaba y que se encontraba conmigo en ese momento, sin su apoyo, esa situación hubiera sido mucho más difícil de enfrentar. A pesar de estar enferma y no deber estar expuesta a ese ambiente, estuvo ese día conmigo, apoyándome en ese momento... incluso hasta el cementerio cuando fuimos al entierro, y después de eso.

No contaré lo que ocurrió en el cementerio, porque no hay mucho que decir. Aparte de la tristeza obvia, lo único que puedo hacer referencia y/o resaltar es una “falsa promesa” que me hicieron ese día, la cual creí sin dudar porque pensé que había honor al momento de hacer un juramento ante la tumba de tu propia madre recién fallecida, pero el universo me demostró que no siempre es así. Me gustaría contar sobre esa falsa promesa, pero eso ampliaría una entrada que hice anteriormente sobre la mentira y la decepción, y además, no tiene mucho que ver con este tema, así que lo dejaré pasar... por ahora.


En conclusión, ese hecho fue uno de los que marcó más profundamente mi vida. No tengo nada extra que decir que no haya dicho en mi entrada anterior, así que si quieren conocer mis sentimientos al respecto, aquella entrada lo describe todo de gran manera, ya que nada ha cambiado en mí desde entonces: aún la extraño, aún pienso en ella, aún siento la necesidad de hablarle, de preguntarle cosas, de escuchar sus historias... aún la amo.


Sí, esa fue la foto que le llevé... de hace 22 años.

16/7/12

Hace un año - Parte 1


Hace un año hubo una gran fiesta. Me atrevería a decir con toda firmeza y seguridad del mundo que fue “la fiesta del año”. Nunca antes había visto tanta gente en esa casa tan pequeña, nunca habíamos estado todos juntos como ese día. Fue un día bastante alegre, bastante importante... pero yo sabía que era el último día que algo así ocurriría en esa casa, yo sabía que jamás se repetiría.
No estoy seguro si yo era el único quien lo pensaba, quizás los demás pensaban lo mismo, o quizás algunos tenían esperanzas que no fuera así... pero yo lo sabía, realmente lo sabía.

Gente conocida y desconocida se encontraba ese día ahí, gente que tenía años sin ir allá, gente quienes tenían la intención de volver a ver a alguien con quien alguna vez compartieron y trabajaron juntos, gente quien quiso alegrar el día y brindarle su compañía a alguien... gente con buenas intenciones, aunque quizás no todos las tenían. Después de todo, este mismo día, hace un año, era el cumpleaños de una persona muy importante para muchos, unos más que otros, pero importante a la final para todos quienes estamos unidos por lazos de sangre... e incluso para personas que sin compartir ese vínculo, también merecen ser llamados “familia”.

Hoy es uno de esos días que inevitablemente causan tristeza, traen recuerdos, nostalgia y un poco de dolor. Un día como hoy, una persona muy importante para mi vida estaría celebrando su cumpleaños número 86... pero no es así, mi abuela ya no se encuentra entre nosotros, al menos no físicamente. Eso es algo que aún nos afecta, especialmente porque no ha pasado ni siquiera un año desde que falleció.

Su partida ha sido la primera de la familia que me ha afectado, a pesar de no ser la primera que ha ocurrido. La verdad mi abuelo (su esposo) había fallecido muchos años antes (si mal no recuerdo, hace 9 años), pero sinceramente no me afectó tanto, porque a pesar de tratarse de mi abuelo, y de siempre verlo durante mi infancia (hasta los 9 ó 10 años aproximadamente), lamentablemente nunca tuve un trato directo con él, nunca conversé con él de cosas personales, nunca escuché alguna de sus historias, o consejos... no tengo recuerdos de eso, además, apenas tenía 14 años cuando eso ocurrió (estaba a tan solo dos o tres días de cumplir los 15 años) y a pesar de todo no me hizo sentir tan mal... pero este caso es completamente diferente: mi abuela en los últimos años fue una gran persona conmigo, y siempre estuvo pendiente de mí, siempre.

Ella me demostró un amor el cual siempre me arrepentiré por no haber podido retribuírselo o pagárselo como lo merecía. Ella me contaba mucho sus historias, y me aconsejaba bastante sobre la vida... podía sentirse que quería verme feliz. Estaría exagerando al decir que fui su nieto favorito, pero lo sentía así... sentía una especie de preocupación por mí bastante fuerte que no parecía tener por sus demás nietos... quizás por ciertos "detalles" familiares que no voy a mencionar aquí, pero estoy seguro que a todos los amaba por igual y sin preferencia alguna.

Lamentablemente el contacto que tuve con ella no fue durante mucho tiempo, es decir, no fue durante toda la vida, más que todo durante parte de mi adolescencia y mi adultez... hasta que se fue. Pero puedo decir con total seguridad que logré aprender muchísimo de ella, ¡demasiado! Siento que fue muy poco el tiempo que pude compartir con mi abuela, pero aprendí bastante de todo lo que me enseñó. Ella fue una enorme fuente de inspiración y aprendizaje moral en mi vida.

Ella tenía muchos planes, muchos proyectos; odiaba sentirse inútil, al contrario, siempre quería hacer cosas y no le gustaba depender de los demás para lograrlo. Era bastante sabia, ¡demasiado sabia! Muy inteligente, y de mente abierta como muy pocas personas hoy en día lo son. Un poco terca en algunas cosas, pero perfectamente consciente de la vida. Conversadora excepcional, y excelente consejera. Siempre buscaba la manera de entretenernos, y de no hacernos sentir mal, incluso en momentos difíciles. Podía hablar de cualquier tema, y saber realmente lo que decía. Directa para decir las cosas, y expresarse sin ningún tipo de límites o inhibiciones (el cual es un aspecto que admiro mucho y que he "heredado" con el tiempo). Si algo no le gustaba, lo decía sin el más mínimo impedimento... y eso era genial.
No podría mencionar todas sus características que hicieron de ella una persona ejemplar, realmente no podría... son demasiadas cosas. Pero de algo puedo estar seguro, personas como ella están en peligro de extinción hoy en día... y no lo digo porque se trate simplemente de mi abuela, es algo que solo podría saberse al tratar con ella y conocerla.

No puedo evitar recordarla, extrañarla, pensar en ella, y ponerme triste al querer hablarle o preguntarle cosas y saber que ya no puedo hacerlo, es muy duro... pero si ella pudiera observarme en este preciso momento, estoy seguro que no quisiera verme triste. Se que quisiera verme alegre, tranquilo, sonriente y sin tristezas, echar pa'lante, y ser alguien en la vida. No es algo fácil no estar mal hoy, pero intentaré no estarlo como su regalo de cumpleaños...

¡Feliz cumpleaños, abuela! Cuida de mí, y de quienes realmente te amamos, te extrañamos, y tuvimos el gran honor de tenerte en nuestras vidas.



10/7/12

Historia: Mi Hija.


Mi hija era todo en este mundo para mí. Ella era una buena estudiante, era graciosa, tenía buenos amigos, tenía buena salud, y lo más importante, le había dado una muy buena educación. Podría decir con total seguridad que le había ofrecido todas las herramientas necesarias para que fuera una buena persona.

Mi hija decía siempre que me quería, y en realidad lo hacía, me lo demostraba cada vez que podía. Siempre fue atenta conmigo, con mi salud, con mis altos y bajos. Fue una gran hija, una hija que muchos padres quisieran tener.




Mi hija siempre buscaba la manera de complacerme, de demostrarme su afecto, su cariño, su amor. Nunca me quejé de eso, ya que estaba satisfecho por los frutos de lo que había sembrado durante tanto tiempo. Era como plantar una semilla con toda la dedicación y atención del mundo, cuidarla en todo momento, a toda hora, y a la final ver como se comienza a convertir en una hermosa flor. Realmente estaba satisfecho de poder ver que mi esfuerzo había valido la pena.

Mi hija nunca pedía o exigía cosas que yo no pudiera darle. Estaba consciente de mi situación y que no siempre se podía obtener lo que quería. Estaba muy orgulloso de que ella no fuera como otros hijos malcriados quienes no saben valorar lo que sus padres le ofrecen, o suelen exigir mucho más de lo que merecen.

Mi hija nunca me había decepcionado. Cometía errores como todos, después de todo nadie es perfecto, pero no parecía hacerlo con mala intención, era más “inocencia” que otra cosa. Le daba consejos, y le hacía ver la realidad de las cosas, y siempre fue así. Discutía con ella, la regañaba, pero pronto parecía comprender mi preocupación por ella y todo volvía a la normalidad, sin rencores ni resentimientos.

Mi hija fue creciendo con el tiempo, y haciéndose cada vez más independiente. Yo era todo lo que tenía, y hubiera dado la vida por ella, pero se fue haciendo más solitaria, más centrada en su mundo que en la realidad que la rodeaba. Se comenzó a acostumbrar a la vida fácil. A pesar de haberle enseñado todo lo que sabía de valores y principios, no pude evitar que viviera pensando que podía tener todo lo que quería. No quiero decir que ese pensamiento esté errado, pero los métodos que ella había desarrollado en su mente para lograr las cosas que quería no habían sido los correctos.



Mi hija poco a poco se fue distanciando de mí. Ya no me comentaba sus cosas, ya no veía en mí a ese “amigo” que era antes. Fue cambiando. Algunas personas decían que debía aceptar que había crecido, y que ya yo no sería todo para ella; no les dí importancia, pero tenía mis dudas sobre si creer o no sus afirmaciones.

Mi hija comenzó a cometer faltas, y eso nos causaba muchos problemas... pero como todo padre que amaba a su hija, la terminaba perdonando luego de darle una lección moral o dos. Las faltas se fueron repitiendo, me dolía mucho que ocurriera así, ¡pero era mi hija! No podía hacer más que tratar de hacerle ver la realidad de las cosas, las consecuencias de sus actos, y que sus faltas no sólo la afectaban a ella, sino también a mí por ser su padre.

Mi hija cada vez más estaba menos tiempo en la casa, cada vez me mostraba menos afecto, menos aprecio, menos sentimientos... ¡pero era mi hija! El amor de un padre por sus hijos no desaparece de la noche a la mañana, y por eso buscaba volver a ser su amigo, volver a ser esa persona en quien tanto confiaba, y a quien le podía contar muchas de sus cosas con total confianza y seguridad. Muchos me decían que ella hacía cosas indebidas, pero no les creí y me molesté con ellos. Me resultaba imposible de creer que mi hija, a quien le enseñé tantas cosas, pudiera hacer cosas malas... incluso llegué a escuchar que había comenzado a consumir drogas, y el simple hecho de imaginarlo ya era suficiente para hacerme sentir muy mal.

Mi hija seguía con la misma actitud de los últimos días, hasta que un día no pude soportar más las dudas y decidí hablar con ella. Le pregunté muy gentilmente si los rumores que había escuchado de ella eran verdad. Ella lo negó, y sin dudarlo le creí, después de todo, ¡era mi hija! No tenía por qué dudar de ella. Yo me había encargado que todas las buenas enseñanzas que mi madre me había transmitido durante la infancia y la adolescencia, e incluso durante parte de mi adultez, también hayan sido transmitidas a mi hija. Creí con todo el corazón lo que me decía, y no dudé de su palabra.

Mi hija volvió a contar conmigo, contarme sus cosas y a quererme como antes. Estaba realmente feliz, ya que esos momentos de incertidumbre habían quedado atrás; no era más que inventos de personas maliciosas. Yo por mi parte, seguía trabajando y esforzándome por su futuro, para que estuviera bien y tuviera una buena vida. Nada me hacía más feliz o me daba más motivación que eso.

Mi hija se enfermó un día. Preocupado, fui con ella al hospital para hacerle unos exámenes, a pesar que opuso bastante resistencia y se negó muchas veces a ir. Pensaba que era simple pánico o terror a los hospitales, ya que yo también soy así; no pensé en nada más, después de todo, no podía estar ocultándome nada, ella siempre me contaba todo. Sin embargo, los resultados habían indicado que su malestar había sido causado por el consumo de drogas. No podía creer lo que había escuchado, y tuve una discusión muy fuerte con el doctor. ¿Cómo mi hija podía haberlo hecho? Era imposible... ella nunca me había contado nada. Ella nunca me ocultaba nada. Seguramente era un error... ¡Tenía que ser un error! Hablé con ella nuevamente, y le pregunté cómo había sucedido eso. Ella me juró que no sabía, y que seguramente algún conocido en la última fiesta en la que estuvo habría puesto algo en su bebida sin que ella se diera cuenta. Creí en sus palabras, ya que ella nunca me mentiría de esa manera, ¡era mi hija!

Mi hija había conseguido un empleo. Ya casi no la veía en la casa, pero estaba tranquilo, ya que estaba luchando y esforzándose para conseguir sus propias cosas, justo como yo le enseñé durante mucho tiempo. Había aprendido a no esperar recibir todo, sino a ganarse la vida por su propia cuenta. Eso me hacía sentir muy orgulloso de ella. Era un poco duro no verla tan seguido como antes, pero no podía quejarme, estaba haciendo algo por su bien, por su futuro. Confieso que me preocupó un poco el exceso de esfuerzo que estaba haciendo, ya que el trabajo no era algo sencillo, además, estaba estudiando.

Mi hija decidió mudarse. No impedí que lo hiciera, pero sería mentira si negara que en el fondo quería detenerla a toda costa... pero era su decisión, y ya era lo suficientemente mayor para tomarla sin aprobación de mi parte. Me sentí mal al comienzo, pero era su vida, y estaba seguro que estaba siguiendo el buen camino que tanto me esmeré en enseñarle a recorrer.

Mi hija ya no me llamaba, y cuando lo hacía era por muy poco tiempo. Se notaba un aire de seriedad y falta de afecto, pero estaba seguro que era por el estrés del trabajo y sus estudios. Le sugerí que dejara el trabajo y que se concentrara en sus estudios, que era innecesario esforzarse tanto cuando no tenía muchas necesidades, pero dijo que quería que las cosas fueran así, que confiara en ella y en sus decisiones. No insistí más, ya que ella sabía lo que hacía, además, ¡era mi hija! Así que confié en ella, estaba seguro que no me defraudaría.

Mi hija se había enfermado otra vez, pero me enteré un mes después que había salido del hospital, y no precisamente porque ella me lo haya dicho. Pero la parte dura fue cuando supe que había sido por la misma causa de la primera vez, y eso si lo escuché de su propia voz. Me confesó que había estado trabajando tan duramente sólo para poder comprar sus drogas, y que había dejado de estudiar hace bastante tiempo. Mi corazón se partió en ese momento, y el dolor que sentí es imposible de describir. Es como si todo el esfuerzo, toda la dedicación, la atención, las enseñanzas, todo eso hubiera sido en vano; es como si hubiera despertado de un sueño y descubriera que esa flor que había sembrado con tanto amor y esperanzas, nunca hubiera crecido. El dolor de un padre al saber que todo su tiempo y esfuerzo para hacer de sus hijos mejores personas fue en vano, es algo que no se puede narrar con simples palabras. Fue muy doloroso, y no pude evitar insultarla y reclamarle por sus acciones... me sentía completamente humillado y destrozado.



Mi hija desapareció de mi vida en ese momento. No la volví a ver más. Recuerdo que lo último que me dijo fue que lo que ella hiciera con su vida era asunto suyo, que a mí no me importaba y que la dejara en paz. Yo sabía perfectamente que ella necesitaba ayuda, e intenté con todas mis fuerzas ofrecérsela... pero ella me rechazó y se fue. No supe más de ella, al menos no hasta varios años después... lamentablemente cuando la vi fue en una de las páginas de un diario nacional. Un padre se alegraría mucho al ver a un hijo suyo en un diario, quizás en la sección de “Música”, o “Deportes”... pero no en la página de “Sucesos”. Realmente no podía creer lo que leía, y menos saber que la historia trataba de un incidente con unos delincuentes que forman parte del tráfico de drogas. Mi mundo se destruyó por completo a partir de ese momento, y las cosas dejaron de ser iguales. ¿Por qué las cosas se dieron de esa manera? ¿Por qué no sirvió de nada todo lo que le enseñé durante tanto tiempo? ¿A partir de qué momento ella comenzó a cambiar y las cosas dejaron de ser como antes? Nunca encontraré las respuestas a esas preguntas... pero se que nunca podré olvidarla, y este dolor difícilmente desparecerá, ¡porque era mi hija!

23/6/12

Reflexión: Preguntas.

Entrada íntimamente relacionada con varios asuntos expuestos en la entrada anterior: Mentira y Decepción.

Pues bien, estos últimos días han sido de bastante reflexivos para mí. Cada decisión tomada, cada palabra dicha, cada movimiento hecho, han sido pensados de manera minuciosa. Quizás no debería darle más importancia de lo que se merece a "ciertos asuntos recientes", pero es difícil no hacerlo, particularmente después de todo lo que ha ocurrido en los últimos años. Es como si aún me negara a creer o aceptar lo que pasó. Sé que debo hacerlo, pero no es algo fácil que se pueda lograr con sólo pensarlo y ya... se necesita de algo muy importante: tiempo.

 Tiempo, tiempo... el tiempo lo cura todo.



Tal vez se me ha hecho difícil dejar de pensar en ello porque, aparte de ser algo muy reciente, es algo que aún no logro comprender; es algo que cambió muchas cosas tan sólo en un instante. Muchas cosas fueron afectadas por esos hechos, muchísimas. Muchos me han dicho: "Ya pasó.", o "Le das demasiada importancia al asunto.", o "Supéralo, no vale la pena.", y otras cosas similares, y se que tienen razón, pero no es tan fácil de hacer. Sí, a estas alturas es algo por lo que no vale la pena sufrir, pero el tiempo es el único que puede hacer algo al respecto; además, no es que esté encerrado las 24 horas del día en un cuarto sin ánimos de vivir o sin pensar en avanzar en la vida (si fuera así, las cosas estarían realmente mal).

Mis metas están claras, y, a pesar de que no son las mismas de antes, están claras. Es difícil hacer muchos planes para el futuro y que de un día a otro te des cuenta que ya no sirven, y que debes cambiarlos... es muy difícil, pero es parte de la vida. Soy del tipo de personas que si algo te sale mal, pienso que quizás fue porque no lo intenté lo suficiente, o porque era algo que no dependía enteramente de mis fuerzas; pero nunca me ha gustado pensar: "Algo me salió mal, no vale la pena seguir viviendo". Quienes piensan así, vayan a donar sus órganos a alguien quien realmente los necesite y que tenga la voluntad y deseos intensos de vivir la vida, es lo mejor que pueden hacer.

Eso sí, el que mis metas estén claras y sepa que la vida continúa a pesar de las adversidades, no quiere decir que no me sienta aún afectado, después de todo, es normal sentirse mal cuando hubo muchas cosas de por medio: vínculos, lazos, sentimientos, promesas, momentos, planes, etc., que a la final resultaron ser no más que mentira y decepción. Supongo que lo que hace que aún me afecte bastante la situación es las respuestas oficiales que nunca obtuve a las preguntas: "¿Por qué?", "¿Qué hizo que las cosas ocurrieran de esa manera?" y "¿En qué momento las cosas dejaron de ser lo que parecían?". Es algo que probablemente nunca sabré. Se que tiene que ver con el egoísmo y el pensamiento tipo "Sólo yo existo", pero también pienso que nadie puede crear tantas cosas (vínculos, lazos, etc.) y conectarse tanto con otra persona sólo para su propio beneficio y sin haber sentido realmente algo... ¿o tal vez sí? Quizás soy muy inocente y aún creo en la buena fe de los seres humanos.

Continuar las cosas como si nada hubiera ocurrido es difícil, pero para nada imposible. Todo es cuestión de reflexionar sobre lo que pasó y usar los puntos de experiencia obtenidos para subir de nivel.

Al menos mi conciencia está tranquila, porque sé que hice las cosas bien hasta el final... además, siempre existirán canciones mágicas como esta que me darán paz y tranquilidad:

¡Tremendo tema!

19/6/12

Mentira y Decepción


Quienes me conocen saben que no suelo generalizar, nunca me ha gustado hacerlo; sin embargo existen muy contados casos en los que se puede generalizar la gran mayoría de las veces sin temor a equivocarse. Entre ellos podría incluir cosas como la religión o la política, pero en este caso hablaré de una de las características más peculiares del ser humano: su capacidad para mentir. (Aunque irónicamente, la religión y la política tienen bastante que ver con la mentira.)

Sí, ya se que todos sabían que aquí iba a aparecer Pinocho.



Como dato cultural, observemos lo que el diccionario de la Real Academia Española nos define como mentira:

Mentir (del lat. mentīri).
1. intr. Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa.
2. intr. Inducir a error. Mentir a alguien los indicios, las esperanzas.
3. tr. Fingir, aparentar. El vendaval mentía el graznido del cuervo. U. t. c. prnl. Los que se mienten vengadores de los lugares sagrados.
4. tr. desus. Falsificar algo.
5. tr. desus. Faltar a lo prometido, quebrantar un pacto.

Es decir, podemos afirmar que la mentira es lo contrario de lo que definiríamos como “verdad”.


La mentira es algo que puede causar una enorme cantidad de efectos diferentes, dependiendo de la persona quien lo diga, desde luego; también hay muchos tipos de mentiras, algunas “inocentes” y otras muy fuertes y vitales que son capaces de determinar algo.

No siempre es malo mentir, después de todo, es posible mentir con respecto a algo para evitar problemas mayores y sin causar daños en el proceso... aunque en la mayoría de los casos, hacer esto puede ser peor que decir la verdad en dicho momento, pero no siempre es el caso. Como el buen Dr. Gregory House solía decir: “Todos mienten”, y no es mentira, todas las personas hemos mentido alguna vez, aún mentimos y seguiremos mintiendo. ¿Razones para mentir? Hay muchísimas, y depende de las circunstancias, por lo cual nadie debería juzgar a alguien sin conocer toda la historia o los hechos verdaderos que lo llevaron a mentir.

Sin embargo, hay un momento donde mentir se vuelve una acción inaceptable, o al menos imposible de ignorar, y es cuando al menos un elemento es afectado por dicha mentira. Por ejemplo: mentir cuando alguien pregunta sobre tu estado de ánimo es aceptable, porque nadie, excepto el que miente, resultaría afectado; caso contrario a mentir, por ejemplo, para negar algo que tú hiciste y culpar a otro. En este caso puedes meter en problemas a otra persona, dañar su imagen, su reputación, etc., simplemente porque no tuviste el valor para aceptar tu culpa.


Pero no todo es así de básico y simple con respecto a la mentira. Hay muchísimos factores que podría destacar al respecto, pero la entrada resultaría muy extensa. El punto es que no todas las mentiras son malas, simplemente lo son las que engañan a una persona, a un grupo, o que pone en riesgo la vida, salud, futuro, o "algo" de alguien.

Todo un clásico en la historia del cine. (?)


Los dirigentes políticos y religiosos, para mí, son los especialistas en el mundo de la mentira, y quizás son de los más dañinos que existen, ya que juegan con la creencia, la fe y las esperanzas de las personas. Suelen hacer promesas y jurar que las cosas serán mejores si los apoyan, y la gente suele creerles.

Pero no sólo los políticos o religiosos son los únicos que mienten, eso está de más decirlo, pero son quienes afectan más el mundo. Pero hay algo que hace que esta situación sea aún peor, y es cuando la misma gente se miente entre ella. Tal parece que hoy en día mentir y jugar con las esperanzas de los demás se ha convertido en una especie de deporte mundial. Mucha gente miente tanto, y con tanta dedicación y esfuerzo, que pueden compararse con los dirigentes políticos y religiosos que dirigen el mundo en la actualidad.


Mentiras más comunes:

-Ya regreso, voy a comprar una caja de cigarrillos-. El esposo a su mujer antes de desaparecer para siempre.
-Tú eres el primero/Soy virgen-. La mujer a su pareja antes, durante o después de su primer encuentro sexual.
-Ya no lo haré otra vez-. Cualquier persona ante cualquier regaño o reclamo.
-¡Te amo!- Cualquiera que sienta "algo" por otra persona.
-No eres tú, soy yo-. Cualquier persona con poca autoestima.
-¡El lobo, el lobo!-. Pedrito por cuarta vez antes de ser ignorado por la gente y comido sangrientamente por el lobo. (?)

Entre las mentiras que considero más bajas, es cuando se juega, no sólo con la esperanza de las personas, sino con sus sentimientos. Muchas personas son muy inestables emocionalmente, y cuando son víctimas de la mentira, las cosas pueden empeorar para ellos. Decir, por ejemplo, a una persona que la amas, puede cambiar la forma de vivir de esa persona, porque le estarías dando a entender que te interesa y que quieres compartir (al menos en el presente) tu vida con ella, pero, ¿qué ocurriría si luego le dices que es mentira y que en realidad no es amor lo que sentías, sino simple gusto, agrado o atracción? Ahí estarías rompiendo sus esperanzas o ilusiones, incluso sus planes (si estaba creando algunos). Se podría decir que estarías siendo honesto al confesar eso, y eso está bien, pero también hay que tomar en cuenta el tiempo que ha transcurrido antes de decirlo. No es lo mismo estar con alguien varias semanas, o meses y decir que realmente no sentías nada de lo que jurabas sentir, a decirlo años después, y luego que muchos planes y proyectos se han iniciado. Claro, hay casos donde aún no se ha llegado al punto del no-retorno y es mejor hacer esto, pero no siempre suele ser así, y los resultados no siempre son los más favorables.

"Te estoy diciendo la verdad, lo juro."



Ese es tan solo un ejemplo, por lo que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia (?). Pero creo que se entiende lo que se quiere decir.  Claro, como dije, no todo es tan simple o básico en estos asuntos, pero es un hecho que mentir cuando se involucra a otra persona hace mucho más daño que bien.


Y para terminar, aunque parezca fuera de lugar, les dejo una de las mejores escenas del universo.





Mentiras, traición, manipulación, engaños... Scar es realmente un maldito.

2/6/12

La Consciencia - Parte 1


Si hay algo que siempre he dicho, y que difícilmente algo me hará cambiar de opinión, es lo podrido e irreparable que está la sociedad hoy en día. Siempre he sido de los que piensan y creen firmemente que nunca se verá una mejoría de las malas situaciones en las que nos encontremos si no hacemos un cambio nosotros mismos. Bien lo dice la canción “Man In The Mirror” de Michael Jackson:

Si quieres hacer del mundo un lugar mejor, mírate en el espejo y entonces haz un cambio.


Para mí, esto es una especie de regla o mandamiento que trato de seguir en la medida de lo posible todos los días de mi vida... ¡porque no es algo imposible de lograr! Todos podemos hacerlo si tenemos una determinación alta y firme. De hecho, pienso que quienes no siguen esta regla, estarán destinados al fracaso, ya que si ellos no cambian es porque esperan que los demás lo hagan, o que el mundo se adapte a ellos; y si algo es una realidad, es que en la gran mayoría de los casos nosotros somos quienes nos debemos adaptar al mundo, no el mundo a nosotros.

Por ejemplo: he conocido personas quienes creen que todo mejorará mágicamente si sus líderes o si el sistema cambia; es decir, suelen pensar de esta manera: “Si la cerca de la plaza está rota, eso es culpa de las autoridades quienes no la han reparado. Hay que sacarlos y poner gente capaz, es la única manera que las cosas funcionen como deben.” Ahora, ¿está mal decir que las autoridades son malas y que la cerca rota es responsabilidad de ellos por su falta de atención? Por supuesto que no, después de todo, puede ser cierto, quizás las autoridades en ese caso ficticio no sirva para nada y esté formada por gente incompetente quien no le presta atención a los problemas de la comunidad, pero... ¿ahí acaba todo? ¿No hay algo que podamos hacer nosotros mismos por arreglar esa cerca? Cuando llegamos a un estado en el que dependemos enteramente de algo para resolver cualquier tipo de inconveniente que tengamos, ahí hay un problema. Nosotros también tenemos el poder para resolver nuestras incomodidades.

Muchos de nuestros problemas pueden solucionarse acudiendo al lugar correcto en el momento correcto.


En esta vida he conocido todo tipo de personas, desde las más trabajadoras y fuertes, hasta las más flojas y débiles. Cuando hablo de fuertes o débiles, es obvio que no hablo de fuerza física, sino de fuerza espiritual, fuerza para lograr las cosas que se propongan... lamentablemente, he conocido más del segundo tipo que del primero.

Hay personas quienes hacen sacrificios enormes y se esfuerzan de gran manera para lograr sus objetivos y metas en la vida; sin embargo, existe la el lado opuesto de este tipo, el cual es el tipo de personas quienes viven simplemente “dejándose llevar por la corriente” y dependen del movimiento de otros para progresar en la vida. Por lo general, estos últimos no suelen tener aspiraciones reales, es decir, no piensan en el futuro, sino que viven únicamente el presente. También están los que lo tienen todo y por eso no tienen motivos para esforzarse. Estos pueden llegar a ser los peores, ya que la gran mayoría de estos no piensan en los demás y únicamente les importa su propio bienestar... que aclaro, no es que esté mal pensar únicamente en tu bienestar, después de todo, y como dije en mi entrada anterior, ¿dónde está decretado que debes ayudar a los demás? ¿Quién te va a obligar a hacerlo? Aun así, me parece una actitud bastante egoísta.


Es como el caso que me ocurrió ayer en la mañana: Voy caminando por la calle y observo a una señora con su hijo que van caminando delante de mí. El niño anda tomándose un jugo de esos cuyo envase es de cartón. Cuando acabó con él, el niño le da el envase a su madre, y ella le dice: "Tíralo ahí." Ahora, la historia fuera buena si el "ahí" al cual se refirió la señora hubiera sido un depósito de basura, pero no, "ahí" era el suelo, a lo cual el niño obedientemente hizo caso y arrojó el envase al suelo. Siempre que veo eso en la calle termino indignándome, y le dije muy sutilmente: "Señora, a su niño se le cayó el envase de jugo.", a lo que la mujer me respondió: "Si, seguro que la calle está muy limpia." en obvio tono sarcástico. Ahora, ¿la señora tenía razón al responderme así? Lo que dijo en cierto modo era cierto, ese sector de la calle es un desastre: hay un exceso de bolsas de basura en un solo lugar, varias bolsas están rotas (ya sea por animales callejeros que buscan alimento, o por cualquier otra causa), y muchos desperdicios están regados por las calles y aceras. Bajo esas circunstancias, sus palabras fueron en cierto modo correctas, ¿no? ¿Pero dónde queda la consciencia? ¿Dónde queda la educación y los valores? Cuando era un niño siempre me decían que no arrojara basura en las calles, y que guardara lo que pensaba botar hasta que consiguiera un depósito de desperdicios. ¿Acaso a todos no les enseñan lo mismo en la escuela o en sus hogares? ¿Por qué la ignorancia? Eso es algo que realmente no comprendo. ¿Pero saben qué es peor? Que la gente que haga eso se queje cuando otros lo hacen en zonas que a estos les afecte. Si te gusta arrojar basura en la calle, ¿con qué moral te quejas de los que botan basura en frente de tu casa? Eso es ser hipócrita.

 Si todos arrojan basura inconscientemente a la calle, nadie se debe quejar de esto.


Pero lo malo no acaba ahí, sino que una vez que el mal está hecho y nuestras calles son iguales a la de la foto, ¿qué creen que es lo primero que se escucha al momento de quejarse? "¡El aseo urbano no está cumpliendo su trabajo!", "¡Las autoridades no sirven!", "¡Miren cómo nos tienen!", "¿Para esto pago mis impuestos?". Irónico, ¿no?

Así es la mayoría de la gente en la actualidad, y eso no sólo aplica con la basura, o con las quejas por algún servicio defectuoso, aplica con todo. ¿Por qué no crear consciencia? ¿Por qué no esforzarnos por mejorar el mundo? ¿Por qué no nos miramos en el espejo y hacemos un cambio?

12/5/12

Solo YO existo.

Después de un buen tiempo de tener este blog abandonado, he venido, inspirado por casos de la vida real. En realidad tenía pensado hablar sobre "Me iría demasiado", pero un gran amigo ya lo hizo (y ya yo dejé mi opinión en su entrada), así que iré con un tema muy común en nuestro mundo: el egoísmo. 


No, no me refiero a este egoísmo precisamente.


Primero que nada, veamos lo que el diccionario de la Real Academia Española tiene que decirnos sobre esa palabra:
 
Egoísmo:
(Del lat. ego, yo, e -ismo).
1. m. Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.
2. m. Acto sugerido por esta condición personal.

Hoy en día es de lo más común conseguir personas egoístas. Todos conocemos a alguna persona así, que sólo piensa en ella misma. Curiosamente no siempre se debe al “excesivo amor a sí mismo”, sino simplemente por falta de interés en los demás.

Personalmente he conocido muchas personas así. Son del tipo de personas quienes nunca te preguntan cómo estás, cómo te sientes, o cómo andas de salud (por dar tres ejemplos). Su único interés son ellas mismas, sus sentimientos y su existencia. En la mayoría de los casos que he conocido, están tan centradas en sí mismas que ignoran por completo todo lo que otro pudiera estar pasando o viviendo.

Existen algunos casos mucho más fuertes que otros, en particular con personas quienes lo único que hacen es hablar de ellas mismas, especialmente usando siempre en sus oraciones la palabra “Yo”. A mi parecer, estas son las peores; no importa lo que te haya sucedido o lo que estés pasando, cualquier respuesta de parte de esta persona empezará o incluirá seguramente esa palabra (y seguramente ignorará por completo lo que hayas contado). Su forma de ser y expresarse son tan peculiares que varias personas los han denominado como “Yoísta”, por el exceso de “Yo” (o de constantes respuestas en primera persona) que utilizan en sus conversaciones.
Para que se entienda mejor lo que trato de expresar, veamos un ejemplo con una conversación inventada (pero muy, muy real):


Dos conocidos se encuentran un día en la calle:
A: Hola.
B: ¡Hola! ¿Cómo estás? Supe lo del fallecimiento de tu abuelo... lo siento.
A: Gracias. Si, fue muy triste... aún me duele mucho recordar lo que sucedió.
B: Sí, yo sentí lo mismo cuando murió el mío... fue muy doloroso.
A: Lo imagino, su enfermedad se complicó bastante.
B: Yo sabía lo que iba a suceder, así que no fue tan inesperado. Mira, ¿sabes que me compré un teléfono nuevo?
A: Ee... No, no lo sabía.
B: Es muy bueno, tiene [Inserte características tecnológicas de acuerdo a la época]. ¿Qué te parece?
A: Muy... interesante.
B: ¿Sí, verdad? Yo siempre quise uno así, porque el que tenía antes era muy básico. Oye, ¿pero cómo está tu familia por lo que pasó con tu abuelo?
A: Bueno, mi mamá está triste, pero poco a p--
B: ¡Me encanta este teléfono! Tiene una opción que [Inserte cualquier característica especial]. ¡No tienes idea de lo bueno que es!
A: Si... lo imagino...
B: Oye, pero no debes estar mal... aún te queda tu abuelita para que estés pendiente de ella y la apoyes en este momento.
A: Disculpa, mi abuela murió el año pasado... ¿recuerdas?
B: Oh cierto, estaba pensando en la mía. Mi abuelita es muy especial, ¿sabes? Yo la quiero muchísimo.
A: ...
B: ¡Sus galletas son deliciosas! Bueno, me tengo que ir. Nos vemos otro día. ¡Adiós!

Obviamente parece un poco exagerada la conversación, pero creo que se entiende la idea... y les digo algo, no es para nada descabellado encontrar personas así.

En todo esto hay más de un problema: no sólo se trata de que la otra persona piense únicamente en ella misma, sino que en muchos casos no escucha a los demás y sólo escucha lo que quiere oír (y las cosas que le interesan).
Ahora, muchos pensarán que no hay nada de malo en pensar en uno mismo, después de todo, ¿dónde está establecido que debemos estar siempre pensando en los demás? Para mí, es una actitud muy errada, porque si bien es cierto que existen muchos casos donde puede suceder al contrario (es decir, nosotros estamos más pendiente de nosotros que de los demás), se hace muy incómodo si formas parte de un grupo social; es decir, para mí sería únicamente aceptable ese tipo de actitud si viviéramos aislados de otras personas, pero si tenemos conocidos, amigos, parejas, etc., pienso que debemos dedicarles parte de nuestra atención y dejar de querer ser siempre el centro de atención... no somos el centro del universo, ¿sabían?

¡Ay Susanita!


Las personas quienes creen que son las únicas que sienten, sufren, o tienen algo para contar deberían recibir ayuda de sus seres cercanos para tratar de corregir este defecto, porque es algo dañino. Está bien que los seres humanos tengamos errores, todos los tenemos, pero aceptar este tipo de conductas no es sano, ni para el egocéntrico, ni para sus conocidos. Claro, no se trata de pegarles o insultarlos y decirles: “¡Cambia ahora!”, sino hacerles ver que su actitud está mal (salvo que vivan aislados, como dije anteriormente).

Y repito, el tema principal de esta entrada no es “Vamos a pensar nada más en los demás y olvidarnos de nosotros mismos.“, es pensar en las personas quienes te rodean y darte cuenta que no eres el único quien siente, sufre y llora. Los demás también tienen los mismos sentimientos que tú, e incluso pueden sentirse mucho peor. ¿Y sabes qué? Es posible que tú seas la única persona en el mundo con quien ellos puedan hablar y sentirse apoyados, y créanme, no debe sentirse muy bien hablar con alguien quién sólo te responderá con un “Yo” y no le prestará atención a tus cosas.

Algo malo en todo esto es que la gran mayoría de las personas no se dan cuenta de lo que hacen, es decir, no saben que son así, ni mucho menos el daño que están haciendo. Por lo general se debe a la mala crianza o a malas conductas aprendidas durante la niñez o la adolescencia, y corregirlas es muy difícil si nadie les dice o hace ver sus errores. Resolver este problema solo es prácticamente imposible, pero con ayuda y apoyo de otras personas, todo se puede.


Para concluir, como opinión muy personal, las personas egoístas son las que tienen la sociedad actual en el estado tan oscuro en el que nos encontramos hoy en día, ya que una persona quien no es capaz de pensar en otros aparte de sí mismo, nunca será capaz de tener una buena vida en la sociedad, ni mucho menos amar.

19/3/12

La Muerte - Parte 1

Después de unos pocos meses de bloqueo mental, he vuelto con la primera parte de un tema interesante y que, a pesar de escuchar de ella a diario, no todos la conocen realmente: la muerte.

No, no hablo de esta muerte. 


Como todos -o al menos muchos- sabemos y creemos, la muerte es algo de lo que nadie en este mundo podrá escapar: ninguna religión, creencia, o estilo de vida te hará conservarla para siempre... al menos para mí, es una constante en nuestro universo. Pero claro, el motivo por el cual escribo esto no es para decirles eso, después de todo, es sólo un punto de vista y algunos tendrás sus explicaciones para argumentar lo contrario.

Quizás se estén preguntando: "¿Qué puede tener de bueno perder la vida, o vivir una experiencia cercana a la muerte?" Pues, mucho más de lo que puedan imaginar. No hablo en nombre de alguna persona, o por alguna historia que haya escuchado, lo digo por mí mismo... aunque sí conozco experiencias similares de otras personas, pero por el momento sólo hablaré de la mía.

Muchos de quienes me conocen supieron que en enero del año pasado tuve una experiencia bastante delicada con respecto a mi estado de salud. No daré detalles, porque al que no le interesó en ese momento, no le interesará ahora... y quienes estuvieron conmigo en esos momentos (no necesariamente en persona) ya saben por todo lo que pasé. Aún así les puedo resumir que todo ocurrió debido a mi falta de seriedad y responsabilidad con respecto a la vida. Digamos que tenía "delirios de inmortalidad" y pensaba que nada de lo que hiciera me iba a afectar a futuro (algo similar a lo que quizás algunos fumadores, bebedores y drogadictos extremistas piensan).

Conozco a más de uno que fuma tranquilamente esa cantidad al día.


El hecho es que la situación que viví realmente puso en riesgo mi vida, pero hubo algo que empeoró la situación en un momento en particular: cierto accidente, el cual casi me hizo perder la vida. Ya conté esa parte en otro lugar, pero la compartiré textualmente aquí también:

"...la segunda fue una vez que estaba ya estable en el hospital que "una persona" cometió un error grave conmigo (con unos medicamentos), los cuales me enviaron al frente de la puerta del Inframundo... afortunadamente, lograron revertir el error y salvarme antes que la cruzara, de lo contrario no estaría en este momento escribiendo esto (y seguramente ninguno se hubiera enterado). Obviamente nadie hubiera pagado en caso de haberme ocurrido algo, después de todo, los médicos, doctores, enfermeros, pasantes y demás tienen "Licencia para matar" (al menos aquí en este país)."

Creo que nunca describí esa experiencia, pero quizás la deje para otra ocasión. El hecho es que en esos momentos en los que estuve tan cerca de morir despertó algo en mí, como dirían por ahí: "Vi la luz.", y no fue para menos, ya que no quería morir en ese momento. En esos pocos minutos (que para mí fueron horas), me aferré a la vida con una pasión que nunca antes había tenido; es como si tratara de sujetarme con todas mis fuerzas y sin intenciones de dejarla ir. Como también coloqué por ahí con respecto a la experiencia en sí (y una par de eventos no mencionados):

"...me sirvieron mucho para pensar y reflexionar sobre la vida como no se pueden imaginar. Aprendí muchísimas cosas con esta horrible experiencia (que de verdad que no se la deseo a nadie en este mundo), y me di cuenta que muchas personas aprendemos más en un momento decisivo como el que viví yo que con todas las miles de lecciones de vida que recibimos en el día a día."

Es irónico que haya deseado vivir justo cuando me encontraba muriendo, pero quizás necesitaba vivir esa experiencia para poder aprender que esos "delirios de inmortalidad" que tuve antes no era más que tonterías. Aún ahora, más de un año después de esos terribles días, me da escalofríos el recordar ese momento... claro, ese accidente no tuvo que ver con mi condición (como coloqué arriba en la cita, fue por un error), pero si no hubiera sido hospitalizado en primer lugar, nada de eso hubiera ocurrido.

Es como si hubiera superado una de las prueba del dueño de este muñeco.


Lo importante de este relato es que muchas personas pensamos que la vida es algo con lo que podemos jugar, e ignoramos a ese "ser" quien siempre está siguiendo nuestros pasos esperando que llegue el momento de tomar la preciada vida que nos fue dada. A veces no sirve de nada cuidarla al extremo, porque nuestra vida también depende de las acciones de los demás, por lo que cuando menos lo esperes, alguien o algo podría quitártela por cualquier razón, incluso la más inimaginable... como dije al principio, hagas lo que hagas, igual la perderás; sin embargo, podemos hacer cosas para extenderla el mayor tiempo posible, compartir con tus seres queridos y aprovechar al máximo el tiempo... porque aunque muchos no se den cuenta, nuestras vidas también han influido, influyen, e influirán en la vida de otros, y el perderla por no saber valorarla también puede afectar mucho a esas personas.



Por más rudo que te creas, siempre necesitarás amigos, y ellos necesitarán de tí.


Y para concluir, colocaré otra cita de lo que escribí allá:
 
"En fin, para terminar esta historia les diré algo a quienes lean esto: no jueguen con la vida. Si sufren alguna enfermedad delicada y que requiera de cuidado estricto, cuídense... si no, igual cuídense. Si tienen algún familiar que sufra de algo así, cuídenlos. La vida se convierte en lo más importante para tí cuando estás a punto de perderla... desafortunadamente no siempre puedes salvarte, así que es mejor no jugar con ella y vivirla lo mejor posible, pero cuidándola."

 Aprende a querer a tus seres queridos, pero lo más importante: aprende a conservarlos.


Hubo muchas cosas que omití, o que no desarrollé mucho. Una de las más importantes es el hecho de cómo nos afecta también la muerte de personas cercanas y queridas. Esto también puede cambiar por completo nuestra forma de ser y de ver la vida, pero lo contaré en otra oportunidad.