22/8/12

Hace un año - Parte 2

Hace un poco más de un mes escribí una entrada, algunos la habrán leído, otros no; algunos comprenderán lo que se siente vivir esa situación, otros no; algunos de los que leerán esto vivieron esos momentos conmigo, otros no; algunos me apoyaron en ese momento, otros no... el hecho es que mañana se cumple un año desde el día que sucedió ese evento, un año...

Nunca deja de sorprenderme lo rápido que pasa el tiempo, realmente es impresionante lo fugaz que puede volverse nuestras vidas. Sinceramente, me cuesta muchísimo creer que ha pasado un año desde aquel lunes 22 de agosto del año pasado, ese horrible lunes...


Recuerdo perfectamente el último día que la vi, el cual fue el domingo 21 (el día anterior), y aún no puedo borrar de mi mente su imagen... esa imagen que no era para nada similar a la que tenía un poco más de un mes atrás en su cumpleaños. Su salud había llegado a un punto crítico, tanto así que era difícil, por no decir imposible, comunicarse satisfactoriamente con ella. Recuerdo que ese día temprano, me avisaron que no se sentía muy bien, así que decidí ir a visitarla. Por alguna extraña razón que desconozco (quizás ya sabía lo que era inevitable que sucediera), se me ocurrió imprimir una vieja foto que tengo en un álbum. En esa foto salgo con ella, debía tener dos años aproximadamente, es decir, hace aproximadamente unos 22 años. Luego de imprimirla, fui a visitarla para verla. Casi todos los miembros de la familia (sus hijos con los suyos, excepto mi progenitor) estaban allá también, incluso algunas personas que no poseen nuestra misma sangre, pero que son consideradas parte de la familia, se encontraban ahí. Al verla, sentí algo que no puedo describir. Ya yo sabía que ella estaba bastante mal por lo que tenía, pero el estado en el que se encontraba era, como dije arriba, crítico.

En mi entrada anterior mencioné que ella era una gran conversadora, que le encantaba hablar y contarnos cosas de su pasado y también de la historia; sin embargo, en ese momento no podía hablar, no tenía fuerzas... su mirada era tranquila, seguramente porque sabía perfectamente lo que iba a suceder. Me dejaron solo con ella un rato, pero no sabía que decirle o que comentarle, estaba realmente impresionado al verla de esa manera. Trataba de hablarle, o hacer que me dijera cosas, pero no podía hacerlo, no tenía las fuerzas. Recuerdo que hacía gestos de dolor, aunque seguramente, más que dolor era disgusto, ya que como dije en mi entrada anterior, ella odiaba sentirse inútil y sin poder hacer nada.

Durante todo el momento que estuve con ella, la tomaba de la mano y no dejaba de verla y desear que se recuperara. Una de las últimas veces que la visité, la tomaba siempre de la mano, y siempre me apretaba con fuerza, como diciéndome: “Aún tengo fuerza para apretar”, pero ese día no lo hacía... al menos no con la misma fuerza que antes, ya que lo hacía muy débilmente. El momento más triste fue cuando decidí mostrarle la foto (no quería o tenía el valor para hacerlo, ya que no sabía si podía ver o no). Al mostrársela recuerdo que le pregunté si podía ver la foto, que era de hace más de 20 años, y que salíamos ella y yo. Ella miró la foto, y pude ver una sonrisa muy leve en sus labios, al mismo tiempo que me apretó las manos con más fuerza que antes. Me alegró saber que estaba consciente, y que podía ver y escuchar aún, e hizo un sonido como para decirme algo, pero no la escuché; al acercarme para escucharla mejor, me dijo algo en voz muy baja. Recuerdo a la perfección sus palabras, sus últimas palabras (al menos para mí): “Se va a poner peor”. Después de eso, me dijo algo más, pero no la pude escuchar.

Después de eso, me fui a mi casa, y me preparaba como todos los domingos para ir a trabajar al día siguiente como todos los lunes... con el pequeño detalle que al otro día no fui a trabajar, ya que me habían llamado diciéndome lo que ya muchos sabíamos que sucedería en los días próximos: mi abuela había fallecido. Seré sincero, en el momento no sentí nada, seguramente fue porque no comprendí realmente lo que había sucedido. Le avisé a mi 'jefe' que no iría a trabajar, y fui a casa de mi abuela. Al llegar vi la puerta principal abierta, vi a varias señoras (supongo que eran vecinas) en la sala, y a unos primos y un tío en el comedor. No quise pasar aún por su habitación, así que fui a saludar a mis familiares. Nadie estaba llorando, al menos no por fuera, todos los hombres debían mantenerse fuertes... así fuera por el momento. Unas tías estaban llorando, al igual que varias personas... yo no podía hacerlo, en el momento no sentí nada. Ni siquiera al entrar a su habitación y verla en la cama sentí algo triste, para mí estaba descansando, dormida profundamente; y es que realmente se veía tranquila, no tenía una mirada de haber sufrido, parecía muy tranquila. Hubo un momento en el cual casi lloro, y fue cuando una prima llegó y la vio... no puedo olvidar cómo se puso, entró llorando y al verla casi se desmaya. Me dolió ver eso, pero tenía que brindarle mi fortaleza a quienes estaban destruidos por fuera (como ella, o mis tías), así que traté de consolarla.

Obviando los detalles de: pasar todo el día en la funeraria, el reencuentro con mi progenitor, los pésames recibidos, conocer personas cercanas a la familia, el reencuentro con personas del pasado, estar en un ambiente triste y todo eso, etc., el día fue bastante normal. Dormí tranquilamente durante la noche, y me desperté temprano al otro día para ir a la funeraria de donde saldríamos al cementerio para el entierro. Al verla de nuevo en el ataúd, aún no me daba cuenta de la situación, aún pensaba que dormía, aún no lloraba, aún no sentía nada...

Sin embargo, hubo un momento donde mis límites se rompieron, y toda mi resistencia llegó a su fin: el momento de cerrar el ataúd. Ver llorar a mis tías y mis primas, mientras un primo les decía: “Se que duele, pero tenemos que cerrarlo y decirle adiós.” fue demasiado. Habían pasado exactamente 30 horas desde que me dieron la noticia, y no pude resistir más... simplemente no pude. Agradezco desde el fondo de mi corazón a una personita importante con quien contaba y que se encontraba conmigo en ese momento, sin su apoyo, esa situación hubiera sido mucho más difícil de enfrentar. A pesar de estar enferma y no deber estar expuesta a ese ambiente, estuvo ese día conmigo, apoyándome en ese momento... incluso hasta el cementerio cuando fuimos al entierro, y después de eso.

No contaré lo que ocurrió en el cementerio, porque no hay mucho que decir. Aparte de la tristeza obvia, lo único que puedo hacer referencia y/o resaltar es una “falsa promesa” que me hicieron ese día, la cual creí sin dudar porque pensé que había honor al momento de hacer un juramento ante la tumba de tu propia madre recién fallecida, pero el universo me demostró que no siempre es así. Me gustaría contar sobre esa falsa promesa, pero eso ampliaría una entrada que hice anteriormente sobre la mentira y la decepción, y además, no tiene mucho que ver con este tema, así que lo dejaré pasar... por ahora.


En conclusión, ese hecho fue uno de los que marcó más profundamente mi vida. No tengo nada extra que decir que no haya dicho en mi entrada anterior, así que si quieren conocer mis sentimientos al respecto, aquella entrada lo describe todo de gran manera, ya que nada ha cambiado en mí desde entonces: aún la extraño, aún pienso en ella, aún siento la necesidad de hablarle, de preguntarle cosas, de escuchar sus historias... aún la amo.


Sí, esa fue la foto que le llevé... de hace 22 años.