¿A
dónde voy con esta extraña introducción? Pues es muy simple: hay
momentos de nuestras vidas que podemos olvidar fácilmente, otros
no. A veces puede sorprendernos lo rápido que pasa el tiempo. Hace tres días
pensé: “¿Realmente ya pasó
todo un año pasó desde ese gran día?” Pues sí, así
es. Pero... ¿qué pasó hace un año? Les contaré:
Hace
un año (y cuatro días, si tomamos en cuenta que ya es 18 de septiembre y que este año
es bisiesto), hice un viaje a la capital del país. El viaje tuvo dos
propósitos:
- Ver a mi banda favorita en concierto, y...
- Conocer a dos personas muy especiales (aunque el término “conocer” está mal usado, ya que a ellos los conozco desde hace bastante tiempo a través de Internet, y a una de esas dos personas ya la había visto una vez, aunque fue un encuentro extremadamente breve).
El
viaje a la capital era uno que tenía mucho tiempo queriendo hacer,
pero no se me había presentado la oportunidad; pero entonces la
magia ocurrió: ¡Mi
banda favorita, Blind Guardian, venía a nuestro país! Pero no
les hablaré de ese evento inolvidable, porque ya lo hice en
una entrada anterior, así que me centraré en la otra parte
del día (o de los días), a lo que llamaré a partir de ahora: “El Gran
Encuentro Arcadiano” (como se ve en el título).
El
15 de septiembre era el día. El evento era en la tarde/noche, así
que tendríamos toda la mañana y parte de la tarde para perder el
tiempo en Caracas con esas personas. Mis dos acompañantes
prácticamente no los conocían, así que yo fui una especie de
mediador entre ellos. Si les soy sincero, me atrevería a
decir que para mí fue bastante difícil “romper el hielo”, ya
que a pesar de la excelente comunicación que he tenido con ellos, no
es muy sencilla la transición entre la comunicación a través de
Internet que en persona. De hecho, al principio me sentí hasta
incómodo, pero a la vez alegre, es un sentimiento que no puedo
describir fácilmente con palabras.
La
verdad, podría escribir muros y muros de texto describiendo mis
impresiones de ese encuentro, pero pienso que sería mucho más
apropiado copiar algo que ya escribí en otro lugar:
¿Qué puedo decir de este encuentro? ¡Fue espectacular! Obviamente (al menos yo) estaba muy nervioso al comienzo, es decir, es difícil conocer en "vivo y directo" a dos personas con quienes te la llevas de una forma muy especial, pero a quienes nunca habías visto de otra forma que no sean fotos. Para mí fue difícil al principio, pero poco a poco se fue "rompiendo el hielo" y a la final la pasamos de una forma bastante agradable, amena e indescriptible. (...) Todos nos la llevamos demasiado bien. Compartimosy caminamosbastante, recorrimos Caracas, y aún así todo fue tan rápido que, al menos yo, quedé con ganas de pasar más tiempo con ellos. Recorrimos media capital, y sobrevivimos a pan y agua. (...) ¿Qué más les puedo decir? Ambos son excelentes personas (aunque eso ya lo sabía), muy atentas y agradables. Son de esas personas a quienes quisieras ver todo el tiempo, y las que te hacen pensar cosas como: “¿Por qué caraj* vivimos tan distantes?” (Las partes en negritas fueron alteradas del texto original por la inclusión de apodos y/o seudónimos que no vienen al caso.)
En
realidad, mi opinión de ellos no ha cambiado en absoluto desde
entonces (y eso lo escribí el 18 de septiembre, es decir,
aproximadamente dos días después del último día del encuentro); por el contrario,
durante este año que ha pasado he reforzado mucho más mi amistad
con esas dos personas, a pesar de que desde entonces no nos hemos
visto más en persona. Espero que pronto pueda ocurrir un segundo
encuentro, esta vez con más tiempo para compartir y pasarla bien.
Lo
interesante del asunto es que, a pesar de que mi amistad con ambas
personas comenzó por tener gustos similares y compartir el mismo
espacio en algunos sitios web, lo último de lo que solemos hablar
desde hace bastante tiempo es precisamente de eso, es decir, no somos
amigos simplemente por compartir los mismos gustos y ya, sino que la
cosa va más allá, todo se basa en la compenetración que hay entre
nosotros, en la confianza que nos tenemos y la facilidad para
conversar de cualquier tema, así como la disposición de ayudarnos
mutuamente.
Esto
me hizo (y aún hace) pensar mucho en que las amistades por Internet
pueden llegar a ser iguales, o incluso más fuertes que las que se
tienen con personas del “mundo real”, es decir, las que vemos día
a día. Una de esas dos personas ha comentado mucho al respecto, y es
algo completamente lógico: ¿por qué es algo imposible de creer que
una persona se la pueda llevar tan bien con otra por medio de
Internet? ¿Acaso esas personas con quienes nos comunicamos a través
de una computadora no son también personas como nosotros? ¿Qué
impide que la comunicación entre nosotros y ellos pueda ser tan
fuerte que se cree un vínculo (o sentimiento) superior al que
tenemos con personas con quienes convivimos a diario? Algunos ven
como algo “descabellado” que una persona se involucre demasiado
con otra que está distante, y tal parece que mientras la distancia
es más grande, más críticas negativas reciben. Personalmente nunca
he recibido críticas al respecto, pero he escuchado de muchos casos
donde sí han surgido comentarios negativos, e incluso hasta
ofensivos. Pero bueno, no quiero desviar el tema hablando de las
amistades o relaciones a través de Internet, así que para concluir
ese tema sólo diré algo que a estas alturas debería ser algo
obvio: el Internet es tan solo un medio de comunicación más, y
quienes lo usamos somos personas, como tú, o como yo. Para mí, las
buenas relaciones (amistad, romance, etc.) se basan en la
comunicación, el respeto y la confianza, y siempre he pensado que no
se necesita estar frente a otra persona para poder tratarla con estos
valores, así que si hay una buena comunicación, respeto y confianza
a través de Internet, ¿por qué no puede desarrollarse una buena
amistad o incluso un romance utilizando este medio? Uno de mis amigos escribió una vez algo sobre este tema en su blog, mucho mejor explicado y redactado, pero en este momento no logré encontrar esa entrada.
Soy
del tipo de persona que tiene pocos amigos, y no es algo de lo que me
queje, al contrario; antes tenía muchos amigos (o al menos antes
decía tener muchos), pero la mayoría me ha demostrado que sólo
recuerdan que uno existe cuando están necesitados o tienen problemas
personales. Luego de recibir nuestra ayuda, vuelven a sus vida y se
olvidan de uno hasta que vuelven a estar en una situación que les
afecte. Comprendo que cada quien tiene su vida, sus preocupaciones, y
sus cosas a las cuales dedicarle su tiempo, pero eso no justifica el
tener que olvidarse de esas personas con quienes antes había
bastante interacción y recordarlos únicamente cuando necesitamos
ayuda o un favor, eso
es algo muy egoísta.
Y
pues, para no extenderme demasiado con esto (se supone que esta
entrada debí haberla publicado hace tres días), concluiré
redundando prácticamente todo lo que ya mencioné en mis párrafos
anteriores: esos dos días fueron unos de los más importantes que he
tenido. Sin tomar en cuenta las aventuras, momentos macabros,
agotamiento físico y todo eso, ambos días fueron y serán
completamente inolvidables. Deseo que pueda repetirse pronto, se que
es un poco complicado, pero realmente espero que pueda ocurrir...
porque, ahora que estoy recordando un poco el día que nos fuimos, se
me hace un poco complicado tratar de describir por escrito esa
tristeza (o sensación de vacío) que se siente cuando tienes que
despedirte de un par de personas a quienes aprecias bastante y
quienes fueron totalmente atentas contigo (y con un par de
“extranjeros” más)... especialmente cuando el tiempo transcurrió
tan rápido que hubo ganas de compartir más.
Así
que, para terminar, le dedico esta entrada cursi a esas dos personas
especiales: ¡Gracias por todo, Andy y Andrea! Espero que podamos
vernos de nuevo para partir otra vez la capital en dos, esta vez por
más tiempo.
Por
cierto, pensaba colocar fotos, imágenes, y recuerdos de ese día,
pero los interesados ya sabrán donde y cómo ver esos documentos
históricos.
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